El poder de la mente. De partos e imágenes

El poder de la mente. De partos e imágenes

Hoy quiero rescatar este post titulado “El poder de la mente. De partos e imágenes”. Fue un post que escribí justo al dar a luz a Kian, cuando me compartía por el blog de Froggies. Ha llovido desde entonces, y este año, más que nunca, me lleva a rescatar estos post en mi blog. ¿Quieres leerme?

Aquí estoy de nuevo. Fui mamá por segunda vez. Kian nació el 21 de enero y en unos días os contaré cómo fue su nacimiento. Sin embargo en este post, muy unido a ello, quiero hablaros del poder de la mente y de cómo me ayudó en mi proceso de dar a luz.

Y ¿por qué?  Sencillamente porque viví algo que me ayudó mucho durante el expulsivo de Kian.

Para explicarme mejor, voy a remontarme al 2005, fecha en la que conocí a una persona que me ayudó a cambiar la percepción de la vida. Esta persona me ayudó a darme cuenta de la fuerza que tenemos nosotros mismos con nuestros pensamientos. Me ayudó también a confiar en mí misma desde otro lugar, desde mis pensamientos y desde mi proyección hacia el Universo. Me ayudó, una vez más, a ser mejor persona, a saber disfrutar de la vida de otra manera, y a confiar en ella tanto como confío en mí.

Así que desde entonces, no paro de crear y conseguir. O mejor dicho, de co-crear con algo más.

He aprendido a pedir a la vida y a visualizar aquello que deseo. ¿Y sabéis lo mejor? Que con la ayuda de mi esfuerzo y trabajo, la mayoría de las veces, se cumple lo que deseo. ¿¡A que es maravilloso!?

Mi última experiencia

Es al hilo de todo esto, que quiero compartir lo que viví en mi reciente parto.

Como muchos sabéis, mi deseo era poder dar a luz en casa, al calor de mi hogar y mi familia, y con el amor de mi gran amiga Laura, matrona de vocación y de profesión. La vida me regaló que así fuera: ella ya instalada en España y además compartiendo proyecto con otra gran profesional: Amanda. Que mis deseos se cumplieran fue coser y cantar.

Y también gracias a ella tuve una preparación durante el embarazo para disfrutarlo y llevarlo de otra manera: sin gritos, experimentando otra forma de parir, diferente a lo que estamos acostumbrados a ver. Principalmente, centrada en mí misma y confiando en que sí se puede. Confiando en que como mujer puedo parir; confiando en que hay otra manera de dar a luz y confiando principalmente en mí como mamífera. Canto, hipnoparto y meditación fueron mis grandes aliados (pronto os hablo de ello también).

Pese a mi convicción de dar a luz en casa y sin intervenciones farmacológicas, había una cosa que me imponía bastante respeto en el momento de nacer: el llamado anillo de fuego. Me daba cierto miedo cuando lo visualizaba durante el nacimiento de Kian. Las contracciones no me imponían (con Cloe esa fue la parte más “sencilla”). Sin embargo el expulsivo me daba pavor. Se lo comenté a Laura en torno a la semana 20 y me envió varias imágenes de ese momento.

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Hubo una de ellas que me llamó mucho la atención. Me gustó muchísimo y resonó por completo con mi manera de ser; así que durante lo que quedaba de embarazo estuve conectando con ella, haciéndola mía y procurando hacer también mío el amor que la imagen me transmitía. (De hecho me la puse de fondo de pantalla del móvil 😉 y es la que utilizo en este post también al título.

21 de enero. Llegó el momento de empujar y empecé a sentir la cabecita de Kian. ¡Ya estaba aquí!

Empecé mínimamente a notar ese famoso anillo de fuego: una mezcla entre dolor, picor y alivio por saber que ya quedaba poco.

Justo en ese momento, me fui de nuevo a esa imagen. La cabecita, la flor de loto y el color morado que me habían acompañado tantos meses. Fue conectar con ella y todo lo que me transmitía, que logré disfrutar de las sensaciones que estaba viviendo. Era puro amor, y fue maravilloso poder sentirlo, sin dolor y sobre todo sin miedo. Yo, hinchándome. Kian, cada vez más cerca de mis brazos.

Una vez más, y además en un momento tan especial, la mente me acompañó. Una compañía de la que no me olvidaré jamás.

Volví a disfrutar de nuevo del poder de la mente, que tantas veces ha sido mi pareja de baile.

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